Según El país // Los que todavía no se ha enfrentado a ellas puede pensar que son creativas y entretenidas. Pero quien las ha vivido en su piel sabe que de diversión tienen muy poco: las obras en la vivienda producen estrés, por pequeñas que sean. Uno de cada dos españoles siente aversión hacia las reparaciones del hogar, y el 40% prefiere acumular desperfectos y convivir con ellos durante un periodo que oscila entre seis meses y un año por no ponerse manos a la obra o gastarse el dinero, según una encuesta publicada por Reparalia, firma especializada en el cuidado del hogar y en la gestión de siniestros y reparaciones.
De acuerdo con el sondeo, lo que más rechazo provoca hacia las obras es el desembolso que suponen: más de un 65% de los españoles apunta esta razón para justificar la falta de reparación de los desperfectos del hogar. “Pero no siempre tiene que ser caro”, matiza Alberto Murcia, vicepresidente de Asociación Empresarial de la Gestión Inmobiliaria (AEGI). “Hay que tener claro cuál es el objetivo de la reforma: no es lo mismo un lavado de cara que remodelar una casa muy antigua, donde hay que arreglarlo todo. En este último caso sí que la reforma puede ser tremenda”.
Si tu piso está bien pero la idea es hacerlo más atractivo para alquilarlo o arreglar los desperfectos causados por el paso del tiempo —y de paso aprovechar para darle un nuevo aire—, hay técnicas que pueden ser tus aliadas y que no suponen un gasto exorbitante. La obra seca es una de ellas. “Se trata de un tipo de construcción que no necesita tiempo de secado porque se utilizan materiales que pueden incorporarse directamente a un sistema de montaje, ya que van pegados, clavados o encastrados”, explican desde Habitissimo, portal que pone en contacto clientes con expertos en el sector de obras, reformas y servicios para el hogar. La clave está en un uso inteligente de pintura, alicatados y materiales autoadhesivos. “Esto hace que las obras sean más rápidas y limpias”, aseguran desde la empresa. Y, sobre todo, más baratas.
Murcia explica que, para un piso de 100 metros cuadrados, un lavado de cara rondaría los 3.000 euros, salvo que la vivienda se encuentre en muy malas condiciones. “Una reforma integral, por otro lado, oscila entre los 300 y los 400 euros por metro cuadrado si se decide cambiarlo todo; con alternativas el precio podría ser la mitad”.
Pintura. La pintura puede ser una partida de gasto muy elevada, sobre todo si hay que quitar antes baldosas de la pared para poderse poner a trabajar. “Si lo que se pretende es reducir costes en la reforma, la mejor opción será pintar sobre los azulejos”, aconsejan en Reparalia. Si queremos encargarnos nosotros mismos de la tarea, recomiendan conseguir pintura especial para este material, un rodillo de pelo corto de lacar y una brocha para perfilar juntas y esquinas. “Es importante limpiar muy bien los azulejos con disolvente y secarlos completamente antes de aplicar la pintura. Una vez empleada la primera capa, procederemos a una segunda e incluso tercera, hasta que se consiga una buena película”, añaden.
Suelos. La opción más barata —y que no requiere obra— para cambiar el suelo es emplear vinílico o linóleo autoadhesivos, que se colocan fácilmente por encima del antiguo y son resistentes a la humedad. Sin embargo, si se busca un resultado algo más consistente puede que no sea la mejor alternativa. “Otra opción de mayor calidad es el suelo de resina […]; por 700 euros se pueden reformar 12 metros cuadrados, y por 100 más se podría instalar tarima flotante. Ninguno de estos suelos requiere de obra y son un 30% más baratos que los embaldosados. También existen baldosas de clic” que funcionan de la misma manera, explican en Habitissimo.
Desde Reparalia recuerdan que, si al colocar el nuevo suelo sobre el antiguo se forman desniveles en la entrada del domicilio, en el acceso al baño o en la cocina, “existen soluciones económicas para eliminarlos, como colocar una chapa de escalón”.
Puertas. Cambiar las puertas de la vivienda puede suponer un coste importante, sobre todo si tienen tamaño o apertura particulares, que requieren un trabajo a medida. Para rebajar el coste, existe la opción de lijarlas y volverlas a pintar con el color que se prefiera. “Es necesario tan solo un día de trabajo y el precio es de 50 euros por unidad”, aseguran en Habitissimo.
‘Pladur’ en lugar de ladrillo. El pladur es otro elemento de la tabiquería seca. Se trata de placas de yeso laminadas entre dos capas de cartón, con diferente grosor y medida, que pueden utilizarse como paredes divisorias, estanterías o techos decorativos. Es más rápido de colocar y genera menos escombros que el ladrillo —aunque claro, es menos resistente y aislante—, además de poderse pintar directamente.
“Como ejemplos prácticos, los paneles de pladur permiten hacer falsos techos, tabiques, librerías o forros, de forma rápida y sencilla; una estantería o tabique de tres metros de ancho tiene un precio medio de 800 euros”, ejemplifican en Habitissimo.
Iluminación. Este capítulo de gasto hay que asumirlo sin posibilidad de aplicar la técnica de la obra seca. En este caso, un análisis previo de la distribución de la vivienda, para saber con exactitud donde necesitamos más o menos iluminación, es esencial para lograr rebajar el precio de la obra. “Básicamente, la forma de disminuir el coste es reducir tanto como sea posible el número de enchufes o puntos de luz a instalar”, confirman los técnicos de Reparalia. Recuerdan que, según la normativa, hay que instalar como mínimo tres tomas de corriente por estancia y una en cada zona de paso. “Una práctica habitual que reduce costes es aprovechar, en la medida de lo posible, la canalización existente”, remachan. Para esconder cables de lámparas o alargaderas se pueden usar canaletas de plástico que después se pueden pintar del tono de la pared o el techo.
Decoración. Aquí entra en juego el gusto de cada uno, pero no hay que perder de vista el objetivo de la obra. Sobre todo si la intención es dar un lavado de cara a la vivienda para alquilarla, es mejor optar por una renovación sencilla, sin volverse locos con la decoración. Y no es por nada: hay que considerar que, muy probablemente, nuestros gustos no coincidirán con los de los futuros inquilinos. “La reforma puede ser estética y funcional a la vez, pero muchas veces se nos olvida: elegimos lo que más nos gusta y así encarecemos la reforma”, concluye el vicepresidente de AEGI. Los colores neutros y las líneas sencillas de muebles básicos son la opción menos arriesgada y económica.